Renzo Salazar - Agua viva - PERÚ 1

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Agua Viva: mujeres que alimentan con pan y paz (serie x 5)

Seleccionado Mujeres Trabajadoras

Renzo Salazar

PERÚ


Las Trabajadoras Misioneras de la Inmaculada forman parte de una orden religiosa de mujeres que desde muy jóvenes decidieron entregar su vida a Dios a través del servicio a los que más lo necesitan, la ayuda social y la oración. La congregación fue fundada en 1950 por el padre Marcel Roussel-Galle y está actualmente presente en los cinco continentes. En cada lugar donde se establecen tienen una misión diferente: en México van a las cárceles, en Río de Janeiro a las Favelas, en África dan catequesis, y en el Perú, reconocido como destino gastronómico internacional, ofrecen alimento a los pobres de espíritu y a los hambrientos de tranquilidad, además de atender a las personas de bajos recursos que no pueden acceder a alimentación.
Bajo esta dirección iniciaron hace cuarenta años su trabajo en Eau Vive (Agua Viva), restaurante ubicado en una casona que pertenece al Arzobispado de Lima y que ellas reconstruyeron desde cero cuando pisaron por primera vez este país. Donde antes explotaban coches bombas por el terrorismo, ellas levantaron el espacio donde viven y donde también reciben a turistas y comensales de todos los credos. La consigna es hacer apostolado a través del trabajo. La atmósfera es de convento y el trato, similar al que recibe uno cuando llega a una casa familiar. La comida francesa se fusiona con los sabores peruanos que son elaborados por hermanas provenientes de Vietnam, Kenia, Burkina Faso, entre otros lugares que a algunos peruanos todavía nos cuesta ubicar en el mapamundi. A estas extranjeras de corazón enorme las acompañan mujeres peruanas que también se sumaron a la misión cuando eran adolescentes. Actualmente dirigidas por la Hermana Ana, nacida en Huancayo pero ciudadana del mundo, siguen cocinando y organizando el restaurante a fin de conseguir fondos suficientes para el mantenimiento de su hermosa casona y para compartir alimentos a mendigos y ancianos que en las noches duermen en las calles del Centro de la ciudad. Lejos de sus familias, se tienen a ellas mismas, se llaman hermanas, conviven, comparten, y dedican toda su fuerza física a continuar con el camino que eligieron cuando decidieron darle el SÍ a Jesús.


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