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Un grupo de hombres vestidos impecablemente viven entonando rancheras. Su público compuesto por parejas, bohemios y turistas paga alrededor de 9 dólares por canción. Todos confluyen en la emblemática plaza Garibaldi. Sin embargo, muchos de estos artistas se apostan en el asfalto de la Av. Eje Central, a la caza de un cliente, entre las vías del trolebús y la autopista. Pero la vida nocturna de estos hombres es una odisea de paciencia. Pasan las horas a la espera e intentando convencer a los “patrones”, con breves demostraciones musicales. La esencia de este arte, orgullo de los mexicanos, se expresa cuando la letra y la melodía permiten que aflore el amor entre las parejas.

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