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Los menonitas constituyen uno de los grupos religiosos más sufridos y perseguidos de la historia de Europa. Ya en América, diversas colonias se han formado en países de la región y la Argentina no fue la excepción, en el año 1986 menonitas provenientes de México y Bolivia, adquirieron tierras en la llanura pampeana, donde se les permite vivir de acuerdo a sus creencias: sin luz eléctrica, automóviles o cualquier tipo de tecnología. Como religión ortodoxa del protestantismo, el trabajo se presenta como una parte fundamental del quehacer diario, ya que lo consideran una forma de redención frente a Dios. Los menonitas se centran en la metalurgia, la producción de quesos y la carpintería, además de algunas tareas agropecuarias.

¿Cómo afecta a las infancias esta particular forma de entender el mundo? Por un lado, la educación menonita no está basada en las legislaciones o planes de estudio del Estado Nacional Argentino, tienen sus propias escuelas y profesores, su único objeto de estudio es la Biblia sin acceso a otro tipo de conocimientos en otras materias. Otra forma de educación es la que concierne al trabajo, pilar fundamental para un buen cristiano. Los niños y niñas menonitas comienzan a colaborar con las ocupaciones laborales y domésticas desde temprana edad, siempre realizando las tareas que sus padres consideran que están preparados para llevar a cabo. A diferencia de la mayoría de los casos de trabajo infantil que conocemos, no se basa en la necesidad económica (los menonitas argentinos no son necesariamente “pobres”) sino en una cosmovisión y en unos valores que estos grupos conservan desde hace más de 400 años.

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