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Él trabaja donde otros se despiden. Entre tumbas alineadas —y cuerpos que descansan bajo ellas— cava con calma, mide y nivela. No hay puesta en escena: es su jornada. Me acerco para mirarlo como persona: polvo en las manos, respiración pareja, atención a cada borde para dejar todo digno. Esta fotografía reconoce a quien sostiene el ritual cuando el cortejo se va: un trabajador silencioso que hace posible el adiós de los demás.

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