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La vida cambia con la maternidad. Es una decisión, que transforma la rutina, los hábitos. En mi caso, como reportera gráfica, había encontrado un equilibrio (precario a veces, propenso al caos siempre) entre mis pautas en el periódico donde laboro y mis responsabilidades como madre soltera.
Hasta que llegó el covid-19. A diferencia de mis compañeros hombres, yo no pude salir a documentar los hechos desde la calle. Me tocó guardarme en casa con mi hija, para resguardar la salud de ambas. De allí que comencé a procesar mi cotidianidad, ahora no sólo confinada a mi hogar, sino también a mi rol como ama de casa de manera exclusiva debido a la cuarentena. Ha sido muy difícil ponerle pausa a mi oficio como fotógrafa de prensa y dedicarme exclusivamente a las labores de cuidado. Registrar todo el proceso y establecer una bitácora del paso de estos días fue una herramienta no sólo para procesar la incertidumbre, sino una herramienta para comprender y analizar ese rango tan amplio de emociones que iba experimentando en el camino.
Desde el ciclo interminable de platos por lavar y actividades para entretener a mi hija de tres años y medio, documenté mi día a día ejerciendo el duro e invisible trabajo de criar en tiempos de pandemia.

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